La resaca depresiva que dejaron los noventa, al menos en nuestro país, nos volvió unos seres desconfiados de todo. Se suponía que con esta regla general consensuada del entendimiento del espacio y el tiempo nuestras sociedades iban a organizar su porvenir. La sensación de ahogo ante la frustración del no futuro es inevitable. Eso da paso a su antítesis, la utopía, esa idealización del porvenir donde todo es armonioso. En una encuesta muy seria que hice avalada por la Universidad de Instagramchussets, pregunté qué se les venía a la mente con la palabra fantasía. La fantasía es esa acción aliada al momento de tener que sobrevivir y surfear la ola. La famosa fuga que nos propone la teoría cuir: salirse de las normas, de las reglas, abrir otros huecos en los que la pluralidad de las existencias tenga una posibilidad.